Que no nos roben la historia
Jujuy, 29 de Mayo de 2013
Este último 25 de mayo volvimos a revivir el nacimiento de la Patria. La libertad que vio la luz en ese Cabildo de 1810, fue la cimiente más preciada para la construcción de nuestra Nación.
Ese 25 de mayo que llevamos grabado a fuego en el alma y que año a año, recordamos con profunda emoción al entonar nuestro himno nacional y lucir orgullosos la escarapela que identifica nuestra argentinidad y esa histórica lucha por la libertad. Todos evocamos las palabras de un hombre de ese tiempo, como fue Mariano Moreno: Prefiero una libertad peligrosa a una servidumbre tranquila y vibramos con la certeza de saber que no estamos dispuestos a ceder nuestra libertad. Y es muy bueno que sintamos ese lazo indestructible con la historia, con los acontecimientos que dieron a luz a esta Patria, porque todos ellos son una cadena de hechos que fueron signando nuestro destino y que por lo mismo, deben constituir el camino de un aprendizaje al mirar hacia atrás. Mirar esa historia, leerla con respeto y con capacidad de contextualizar los hechos en su momento, nos permite reconocer la génesis de una identidad que se va construyendo y en donde todo encuentra su significación profunda. Hace ya unos años que en la Argentina se intenta banalizar los acontecimientos pasados, para recluirlos a un rol secundario, desplazando la memoria para situar en su lugar, a los mensajes de un gobierno autorreferencial que en su discurso solo tiene espacio para sí mismo y para su relato, su propio relato de una historia que pareciera haber iniciado en 2003. En este relato no hay tampoco espacio para la libertad, porque la voracidad de poder no es compatible con el respeto por las libertades. El poder cuando no se transforma en servicio, esconde la inseguridad del motivo que impulsa a los ciudadanos a obedecer. Porque claramente, hay muchos que obedecen incondicionalmente movidos por el temor, y ese proceso viciado, se retroalimenta permanentemente: cada vez más temor para lograr cada vez más obediencia. No permitamos que nos roben la historia. No dejemos que reemplacen nuestras fiestas patrias y que sobre ellas sobreescriban la historia dibujando con un discurso épico y con indisimulada soberbia, figuras que pretenden ser héroes contemporáneos. Nos daremos cuenta de la autenticidad de la celebración de mayo, cuando la Argentina esté vestida solamente de los colores celeste y blanco, cuando veamos que existe la grandeza de guardar otras banderas, de acallar los autoelogios, y fundamentalmente, cuando todos nos sintamos convocados y abrazados en una celebración que venera y respeta el 25 de mayo de 1810 por lo que él significó para nuestra historia. Porque evocar a los hombres de mayo de 1810, nos hará también dimensionar verdaderamente su legado de lucha por la libertad y si queremos ser fieles a ese desafío, si queremos ser leales con nuestra Patria, sabremos que no podemos convalidar ningún camino que no nos conduzca a la libertad. El 25 de mayo de 1810, celebramos nada menos que el nacimiento de la Patria, y nada más que el nacimiento de la Patria. ¡VIVA LA PATRIA!